martes, 15 de enero de 2013

Grandes relatos contemporáneos y violencia simbólica


12 CAUSAS FEMINISTAS PARA UN 2013 MENOS MACHISTA
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LAS HISTORIAS RELATADAS Y LA CREACIÓN DE REALIDADES

Lo que de real hay en lo ficticio (que viene siendo lo que de ficticio hay en lo real)


La cuestión es que estaba dándole vueltas a la iniciativa propuesta en 12 CAUSAS FEMINISTAS (causas a las que este blog y su página de fb Ethicmaps se han unido) y a la causa de este mes: LA VIOLENCIA SIMBÓLICA, y aunque parezca no venir a cuento (pero como se verá es el origen de esta entrada) por otra parte estaba pensando en las ganas que tenía de coger una buena historia que me entretuviese, algo para ver o para leer que fuese un tanto tocho y que me enganchase, algo de tipo saga, de mejor o peor calidad pero entretenido. En estas estaba cuando han paseado por mi memoria cuatro sagas que se desarrollan y ambientan en realidades ficticias, recreando futuros improbables o pasados inexistentes y creando otros mundos:

La Guerra de las Galaxias                                                       Saga La Fundación de Asimov

                
                                              



                                                     El Señor de Los Anillos


Juego de Tronos (serie de la HBO)


Me gusta la ficción y los mundos irreales, cuanto más completo y detallado es el mundo alternativo que se crea y recrea, más me gusta, pero... ¡Claro! tenía que haber un "pero", porque algunas somos así, no nos conformamos con que nos creen un universo aparentemente alternativo, sino que además queremos, ilusas de nosotras, que sea realmente alternativo. Precisamente en este pensamiento se encuentra las cuestiones sobre las que pivota esta entrada (siempre sobre las cuatro obras indicadas): sobre qué bases se construyen estas narrativas y la dificultad de ver la violencia de género implícita en un discurso donde prima el entretenimiento. 

Desde mi vivencia personal percibo que estas sagas tan adictivas, no sólo para geeks o frikis, siempre me han dejado un regusto triste (cierto disgusto emocional) completamente identificado desde mi adolescencia: tenía la sensación de ser una visitante que me asomaba a ellas y las veía pasar delante de mí como mayor o menor entusiasmo, pero se me hacía terriblemente difícil participar del juego que en ellas se proponía puesto que no conseguía esa interactividad que la construcción imaginaria de esos mundos me prometía y que yo deseaba e insistía en sentir, y si en algún momento llegaba a conseguirlo no me resultaba tan emocionante o placentero como había esperado, era como calzarse unas botas dos números más pequeñas, posible pero ineficaz.

En muchos momentos lo sentí como una incapacidad mía puesto que se supone que para eso está la imaginación, pero si bien esto es cierto en muchos relatos, sin embargo en este tipo de producciones se da una imaginación guiada, en realidad se deja poco margen, quizá, si es lectura, podemos hacer derroche de imaginación respecto a las situaciones o lugares que se nos plantean, pero el espacio de maniobra para poder imaginar mientras sigues la historia y estás dentro del relato es relativamente estrecho, ya que la idea es que empatices con los personajes, que te identifiques con ellos y con las circunstancias en las que se ven envueltos, que sientas esa aventura y la interiorices como si fuese una emoción propia. 

Tras andar unos años y haber recogido algunos conocimientos y algo de perspectiva, pude ver que quizás no era en mí donde radicaba el problema sino más bien en el hecho velado de que esas sagas no se habían construido para mí, en realidad no habían sido construidas para ninguna mujer, al menos no en el sentido de hacernos absolutamente partícipes de lo que allí se desarrollaba. Porque no es una realidad alternativa, sino una realidad paralela (no en sentido de física teórica, sino en sentido metafórico), es decir, no se construyen nuevos roles, nuevas estructuras, nuevas relaciones de poder y sobre ello un relato fantástico, lo que nos daría una realidad completamente alternativa, sino que, tomando como base las estructuras, relaciones de poder y roles existentes, se le superponen imaginativos escenarios e historias.

Todo parece diferente, pero, en realidad, no se ha cambiado nada, sólo el escenario y el atrezo, porque los presupuestos sobre los que se han construido esos mundos fantásticos a los que he hecho referencia son androcéntricos y heteropatriarcales. Es nuestra misma realidad pero con historias diferentes.

Los personajes que guían la narración, los más activos, de cualidades más atractivas o con roles más potentes, entre los que hay más multiplicidad y variación, aquellos con los que deseamos empatizar e identificarnos, son todos varones (especialmente en las tres primeras sagas a las que he hecho referencia), y el entorno en el que se mueven tiene una clara y definida estructura heteropatriarcal. Nada se ha movido un ápice. Las mujeres seguimos formando parte de esa historia como hemos formado parte de esta, como subsidiarias. Las pocas mujeres que aparecen como protagonistas cumplen roles no menos heteropatriarcales que los héroes o villanos varones, en ellas encontramos tres tipos básicos que pueden aparecer como personajes importantes: 

- Pueden ser Princesas o pertenecer a un destacado linaje y en ocasiones parecen tener cierta cuota de poder por su estatus pero, indefectiblemente, siempre están necesitadas de ayuda o de apoyo de uno o varios varones. 
- También están las que son seres fantásticos o inalcanzables o aquellas que cuentan con determinados poderes (para el bien o el mal) que las colocan al margen del mundo. Las reinas o mujeres poderosas a veces están incluidas en este tipo. 
- Por último está la excepción, aquella que es única tanto entre las otras mujeres como dentro del propio relato puesto que rompe los estereotipos de género y eso es lo que la hace excepcional, este tipo de personaje suele ser tangencial a la historia principal. 

Estos tres estereotipos pueden darse solapados en diferentes grados en un mismo personaje. Hay un cuarto tipo que podríamos añadir aunque no tiene unas características propias y la mayoría de las veces no forma parte directa de los personajes principales con cierta entidad, es el de la enamorada o el de la amante esposa, en este caso normalmente no tiene otra finalidad que hacer de comparsa, de apoyo o dar pie a la acción del personaje protagonista, difícilmente tiene carácter propio y es por ello que en ocasiones, para la conformación del personaje, suele tener por separado o simultáneamente, ciertas cualidades de alguno de los tres estereotipos señalados, a saber: puede compartir características del tipo "princesa" mientras acompaña al ejecutante principal, o bien, en ausencia de aquel del que depende su personaje, hacer acciones excepcionales consideradas propias de varones o convertirse en poderosa a través de determinadas artes o magias.

No voy a hacer un repaso de todas las sagas, pero si haré mención aparte de Juego de Tronos, siempre referido a su versión televisiva de la productora HBO, y voy a detenerme en reflexionar brevemente sobre ella (es un acercamiento en líneas muy generales, supongo que habría mucho para discutir) puesto que la considero especialmente sangrante por dos motivos: 

El primero es, como he señalado, que el heteropatriarcado y el androcentrismo son guías inamovibles en esta serie y por tanto la violencia simbólica es muy patente. En ella aparecen más personajes femeninos que en otras sagas, pero a pesar de ello las mujeres pierden constantemente su calidad de sujetos, su opción de poder así como la posibilidad de actuar como sujetos sólo es viable a través de la magia, la seducción o el sexo (siguiendo los roles de género atribuidos historicamente a las mujeres) y habitualmente con ayuda o a través de los varones, que son los que realmente pueden ostentar el poder y sustentar la historia. Entre las mujeres protagonistas aparecen, normalmente mezclados, los estereotipos que hemos visto anteriormente, es cierto que algunas se presentan como personajes activos que desarrollan la historia e incluso las hay que muestran una gran determinación a la hora de afirmarse o de actuar, pero su protagonismo no varía la estructura androcéntrica en el total del relato y la imposición y asunción de las estructuras heteropatriarcales presentes de manera constante. Por otra parte el resto de mujeres, no implicadas directamente en el desarrollo de la narración, son meros objetos sin otra finalidad que la compra, disfrute, venta o uso de sus capacidades reproductivas o sexuales por parte de los varones, están para ser violadas y utilizadas, ese es su valor. Se sitúa en la misma perspectiva heteropatriarcal el trato que hacen de la homosexualidad, difiere si es entre varones o lésbica, puesto que de la primera sólo aparece explícitamente en un personaje al cual nadie hace mucho caso y no tiene ninguna cuota de poder a pesar de su linaje, mientras que las relaciones lésbicas se dan habitualmente entre personajes anónimos y su función exclusiva es dar placer a los varones, en cualquier caso no son conductas que se asocien con personajes principales y su valoración no difiere de la que comúnmente observamos en las conductas heteropatriarcales. 

En segundo lugar me parece que es treméndamente alarmante y muy a tener en cuenta que ésta producción, siendo la más actual de las cuatro a las que he hecho referencia (quizás por ello aparecen más protagonistas femeninas que en las otras y se les caracteriza como más activas), no consigue librarse del andamiaje androcéntrico y sigue esa construcción paralela a la que hacía referencia en un principio. Por otra parte esta serie está siendo emitida por televisión, entra en nuestras casas sin tener que hacer ningún esfuerzo, no hace falta leer ni ir al cine. 

La cuestión es que estas cuatro historias están instaladas en el imaginario colectivo actual y se me presentan como ejemplos claros de violencia simbólica contra las mujeres, es mucho más difícil de ver que en la publicidad o en mensajes más directos, incluso en muchas ocasiones no lo parece puesto que el conjunto de la narración, la historia, las tramas o los avatares de los personajes, que es lo que se nos presenta como inmediato y lo que nos mueve a seguirla, invisibiliza sobre qué se construye y éstas narraciones están edificadas sobre una sólida estructura más difícil de ver cuanto más imaginativa o complicada es la construcción que las rodea. Sus estereotipos se interiorizan de una manera más sutil, puesto que su consumo se ubica en nuestra faceta de ocio y ese es momento de relajarse y no cuestionar; no son anuncios, no intentan vendernos nada, no son tostones adoctrinantes que nos den una serie de reglas estructuradas para informarnos de cómo debemos comportarnos. No parecen ser nada de eso pero cumplen esas mismas funciones porque nos destilan, nos enseñan o, en el peor de los casos, afianzan, con nuestra aquiescencia, estructuras ficticias sobre las que se construyen relatos reales.



Os invito a que os paséis y os unáis a 
12 CAUSAS FEMINISTAS PARA UN 2013 MENOS MACHISTA: 



miércoles, 9 de enero de 2013

Simone de Beauvoir. El Segundo Sexo: El punto de no retorno


Simone de Beauvoir.
El Segundo Sexo: El punto de no retorno
Helena Conhache


Hoy, 9 de enero, es el aniversario del nacimiento en 1908 de Simone de Beauvoir, podemos aprovechar para hacer un pequeño apunte (realmente muy pequeño) sobre su obra más relevante: El Segundo Sexo.

Simone de Beauvoir es una filósofa y pensadora fundamental en el siglo XX, cuya obra, El Segundo Sexo, se puede considerar referencia del pensamiento contemporáneo y precursora del pensamiento feminista tal como lo entendemos en desarrollo actualmente, así como punto de inflexión para nuevas perspectivas en el pensamiento filosófico y en la reflexión feminista.

Cuando Beauvoir escribe El Segundo Sexo es en un momento de absoluta desmovilización feminista y en el que se está haciendo fuerte la nueva “mística de la mujer”; su obra surge como una voz aislada en la sociedad. Esto propició que la publicación de El Segundo Sexo recibiese ataques no sólo de la derecha conservadora, sino también de la izquierda, y, debido a que Beauvoir era un personaje conocido, tanto por sus libros como por ser la compañera de Sartre, recibió muchas duras, satíricas y enconadas críticas públicas desde revistas y periódicos, incluso tuvo el honor de haber pasado a las listas de libros prohibidos por el Vaticano. Debido en parte a este revuelo, su libro se vendía y, a pesar de que, durante mucho tiempo, apenas recibió reacciones de apoyo a nivel público, unos años después resurgiría, desde la base a la que hablaba, como bandera de un nuevo movimiento de aquellas mujeres que se sintieron interpeladas e identificadas por lo que allí se decía.

La obra de Beauvoir no es una obra de consignas, precisamente porque no está escrita desde el movimiento social, sino, desde la ausencia de éste. La propia autora apunta “es curioso que el conjunto de la literatura femenina está movido en nuestros días no tanto por la voluntad de reivindicación como por un esfuerzo de lucidez”. Ella misma reconoce que cuando empieza a escribir El Segundo Sexo no tiene una noción definida de que cosa sea el feminismo, y, como movimiento, le parece algo lejano, puesto que la referencia es el movimiento sufragista, el cual estaba desarticulado y desdibujado en la memoria histórica; a pesar de ello la propia Beauvoir reconoce que hay una deuda con el legado sufragista “Ya no somos como nuestras mayores más luchadoras”.

Así pues su feminismo se presenta como consecuencia del desarrollo de su filosofía y no al revés. De hecho, ella misma afirma que su trabajo no parte de ningún feminismo previo, sino de sus propias necesidades como filósofa existencialista en el mismo momento en que se ve impelida a presentarse a sí misma como individuo de un determinado sexo. Es esta reflexión la que hará de El Segundo Sexo una obra de referencia, porque a partir de aquí nada puede verse ni aceptarse de la misma manera, nada puede tratarse desde la misma perspectiva desde el momento en que se desvela, se investiga y se desarrolla esta cuestión.

Como afirma Celia Amorós el pensamiento patriarcal es en buena medida el “no pensamiento” sobre las mujeres. Nos es claro que “referirse a” no es “pensar sobre”. Indudablemente los más grandes pensadores y filósofos se han referido a la mujer y han escrito sobre este tema infinidad de páginas, pero, comparativamente, es ínfimo el número de escritos que reflexionan o piensan sobre la cuestión de la mujer. El lugar común, la “gran coincidencia” de la mayoría de ellos, es que cuando escriben sobre las mujeres no reflexionan sobre ellas y sobre cómo están situadas en el mundo, sino que asumen absolutamente todos los prejuicios de su época, los cuales son el estrato final de una larga sedimentación de prejuicios. En la mayoría de ocasiones integran activamente a su propio sistema el discurso no reflexivo heredado, volviendo indiscernible lo racional de lo irracional y pasando a formar parte de un corpus cuyo peso y autoridad dará base a cualquier otra referencia posterior.

Es constatable que este libro marca un hito sin precedentes dentro de la reflexión filosófica, y por supuesto feminista, y esto es, precisamente, por el hecho de sacar a la luz que la exclusión palpable a efectos prácticos, en todo tiempo y lugar, de la mujer, no es más que la imagen de lo que Beauvoir va a poner al descubierto, a saber, el lugar de donde la mujer ha sido excluida absolutamente, así como los motivos por los que se ha producido esa exclusión. El desvelamiento de los mecanismos por los que el hombre excluye sistemáticamente a la mujer del mundo creado por él, nos lleva, indefectiblemente, a constatar que de donde ha quedado sistemáticamente excluida la mujer ha sido de la propia concepción de ser humano. En esta conceptualización, la mujer es “lo absolutamente otro”, la pura alteridad sin reciprocidad ante el hombre constituido, ilegítimamente, como tipo humano absoluto. Es gracias a esto que hoy podemos utilizar la categoría de androcentrismo y, a partir de ahí, tener una referencia clara para poder deslegitimar aquellos discursos perversos que se yerguen como válidos para hablar en nombre de la humanidad.

Desde el momento de su publicación hasta nuestros días, este libro ha sido denostado, ensalzado, criticado, en definitiva, ha sido referente y se ha mostrado como ese “punto de no retorno” de la argumentación del pensamiento feminista, convirtiéndose en referencia obligada tanto para sus continuadoras como para sus detractoras. Gran parte de los movimientos sociales que hemos vivido son deudores de esta obra, y se ha convertido, tal como apunta Amelia Valcárcel, en un indicador excelente del estatuto de alteridad en que todavía se permanece. 



lunes, 7 de enero de 2013

SOLILOQUIO: SOBRE ISTMOS E ISMOS


SOBRE ISTMOS E ISMOS
 Helena Conhache.
     
     Siempre hay algún momento en el que nos volvemos insensatas, y no porque nos convirtamos en locas de atar o en la niña del exorcista, que también podría ser, sino porque simplemente apuntamos una cuestión que para una puede resultar tan obvia como para el resto resulta obviada.

En ese rango de propia insensatez podríamos incluir esas frases que se nos escapan como si en un momento de delirio mostrásemos una realidad paralela, algo así como si sacases a barrer todas las dimensiones posibles que se necesitan para entender la teoría de cuerdas. En ese momento se nos dirige esa mirada en ocasiones extrañada y en ocasiones condescendiente. Pero ya no tiene remedio, ya no hay vuelta atrás, ya lo has dicho, has cruzado la lengua de tierra que te lleva al otro lado y sabes que te acabas de meter de pies y patas en un jardín por el que no es pertinente transitar en ese momento.

Así que en vez de hablar de lo que a ti se te muestra como un resultado claro y distinto (no es por ponerme cartesiana, sino porque lo es) con un origen y un camino, tienes que empezar a repartir, por enésima vez, la versión “dos punto ya os vale” del “Ethicmaps”, para ver si alguien localiza con claridad donde te has situado a la hora de hablar cuando esa frase incómoda fue verbalizada así, como quien no quiere la cosa. ¿Cómo hacer ver que no estás apologizando contra los edificios sino explicando por qué el edificio se sustenta?

Alzar tu dedo índice, señalar y decir lo que sea que digas que va contra el sistema, contra lo establecido, lo normalizado, lo instituido, lo socialmente aceptado, lo no cuestionado, lo que se nos vende e interiorizamos como cool o como deseable, lo que es natural, lo que siempre ha sido así, lo que no se concibe de otra manera, lo que está ahí y parece inamovible, ese simple gesto te coloca directamente en el punto de no retorno.

¿Que qué? ¿Pero qué dices?, ¡vaya un invento! Los argumentos se suceden repetitivos y cansinos, que si es que ya no sabemos cómo hacernos las víctimas o que ya no sabemos qué inventarnos o bien que eso en casa de tu abuelo no pasaba, incluso que hay sitios o tiempos desconocidos, remotos o ignotos que demuestran que estás diciendo tonterías; si es que ¿por qué tienes que meter éstos temitas en todo lo que ves?, lo que pasa es que estás obsesionada, ¿no podrías hacer sólo una crítica estética? En definitiva, parece que no lo entiendes, la cuestión es ¿no podrías callarte y no molestar? Al fin y al cabo sólo es un anuncio, una prenda de vestir, una cosa de comer, un artículo más o menos bien escrito, una costumbre, un chiste, una frase hecha, algo bonito o un perfume que, además, huele bien. Al fin y al cabo sólo es algo que pasa constantemente: ¡Asúmelo! (y, por supuesto, no lo cuestiones)

Si tienes la suerte de que te pilla en tu día tántrico, respiras profundamente para oxigenar la rabia que se te está materializando en las tripas, para que en su tránsito verbalizado salga como argumento y no como lo que es, el grito del cansancio de tener que estar impostándote a ti misma para no sentirte una paria social mientras la incoherencia fluye, y todo esto mientras te dices a ti misma “no te líes, compañera, no te vayas al principio del libro e intentes hacer ver que ética y estética no son disociables, porque este libro es muy gordo y no hay dios que se lo lea”

Valgan estos pensamientos, soliloquio de mi estupefacción ante el mundo que se me presenta, para cientos de miles de frases y posicionamientos que descolocan, que incomodan, que te hacen aparecer como indeseable compañía cuando te despistas y se te ocurre insinuarlos. No es fácil ser coherente cuando el mundo se te echa encima y te fagocita con toda su maquinaria de roles aprendidos y de costumbres naturalizadas. No, no es fácil saber que el mapa que utilizas para orientarte es realmente un mapa del tesoro y que esas cartografías hay que querer buscarlas para encontrarlas. Son los mapas paralelos, donde las referencias cambian porque el objetivo no es llegar a cualquier lado, sino encontrar aquello que te va a cambiar la vida.



Beautiful boxer
http://youtu.be/8QO0VAUPF1o