miércoles, 9 de enero de 2013

Simone de Beauvoir. El Segundo Sexo: El punto de no retorno


Simone de Beauvoir.
El Segundo Sexo: El punto de no retorno
Helena Conhache


Hoy, 9 de enero, es el aniversario del nacimiento en 1908 de Simone de Beauvoir, podemos aprovechar para hacer un pequeño apunte (realmente muy pequeño) sobre su obra más relevante: El Segundo Sexo.

Simone de Beauvoir es una filósofa y pensadora fundamental en el siglo XX, cuya obra, El Segundo Sexo, se puede considerar referencia del pensamiento contemporáneo y precursora del pensamiento feminista tal como lo entendemos en desarrollo actualmente, así como punto de inflexión para nuevas perspectivas en el pensamiento filosófico y en la reflexión feminista.

Cuando Beauvoir escribe El Segundo Sexo es en un momento de absoluta desmovilización feminista y en el que se está haciendo fuerte la nueva “mística de la mujer”; su obra surge como una voz aislada en la sociedad. Esto propició que la publicación de El Segundo Sexo recibiese ataques no sólo de la derecha conservadora, sino también de la izquierda, y, debido a que Beauvoir era un personaje conocido, tanto por sus libros como por ser la compañera de Sartre, recibió muchas duras, satíricas y enconadas críticas públicas desde revistas y periódicos, incluso tuvo el honor de haber pasado a las listas de libros prohibidos por el Vaticano. Debido en parte a este revuelo, su libro se vendía y, a pesar de que, durante mucho tiempo, apenas recibió reacciones de apoyo a nivel público, unos años después resurgiría, desde la base a la que hablaba, como bandera de un nuevo movimiento de aquellas mujeres que se sintieron interpeladas e identificadas por lo que allí se decía.

La obra de Beauvoir no es una obra de consignas, precisamente porque no está escrita desde el movimiento social, sino, desde la ausencia de éste. La propia autora apunta “es curioso que el conjunto de la literatura femenina está movido en nuestros días no tanto por la voluntad de reivindicación como por un esfuerzo de lucidez”. Ella misma reconoce que cuando empieza a escribir El Segundo Sexo no tiene una noción definida de que cosa sea el feminismo, y, como movimiento, le parece algo lejano, puesto que la referencia es el movimiento sufragista, el cual estaba desarticulado y desdibujado en la memoria histórica; a pesar de ello la propia Beauvoir reconoce que hay una deuda con el legado sufragista “Ya no somos como nuestras mayores más luchadoras”.

Así pues su feminismo se presenta como consecuencia del desarrollo de su filosofía y no al revés. De hecho, ella misma afirma que su trabajo no parte de ningún feminismo previo, sino de sus propias necesidades como filósofa existencialista en el mismo momento en que se ve impelida a presentarse a sí misma como individuo de un determinado sexo. Es esta reflexión la que hará de El Segundo Sexo una obra de referencia, porque a partir de aquí nada puede verse ni aceptarse de la misma manera, nada puede tratarse desde la misma perspectiva desde el momento en que se desvela, se investiga y se desarrolla esta cuestión.

Como afirma Celia Amorós el pensamiento patriarcal es en buena medida el “no pensamiento” sobre las mujeres. Nos es claro que “referirse a” no es “pensar sobre”. Indudablemente los más grandes pensadores y filósofos se han referido a la mujer y han escrito sobre este tema infinidad de páginas, pero, comparativamente, es ínfimo el número de escritos que reflexionan o piensan sobre la cuestión de la mujer. El lugar común, la “gran coincidencia” de la mayoría de ellos, es que cuando escriben sobre las mujeres no reflexionan sobre ellas y sobre cómo están situadas en el mundo, sino que asumen absolutamente todos los prejuicios de su época, los cuales son el estrato final de una larga sedimentación de prejuicios. En la mayoría de ocasiones integran activamente a su propio sistema el discurso no reflexivo heredado, volviendo indiscernible lo racional de lo irracional y pasando a formar parte de un corpus cuyo peso y autoridad dará base a cualquier otra referencia posterior.

Es constatable que este libro marca un hito sin precedentes dentro de la reflexión filosófica, y por supuesto feminista, y esto es, precisamente, por el hecho de sacar a la luz que la exclusión palpable a efectos prácticos, en todo tiempo y lugar, de la mujer, no es más que la imagen de lo que Beauvoir va a poner al descubierto, a saber, el lugar de donde la mujer ha sido excluida absolutamente, así como los motivos por los que se ha producido esa exclusión. El desvelamiento de los mecanismos por los que el hombre excluye sistemáticamente a la mujer del mundo creado por él, nos lleva, indefectiblemente, a constatar que de donde ha quedado sistemáticamente excluida la mujer ha sido de la propia concepción de ser humano. En esta conceptualización, la mujer es “lo absolutamente otro”, la pura alteridad sin reciprocidad ante el hombre constituido, ilegítimamente, como tipo humano absoluto. Es gracias a esto que hoy podemos utilizar la categoría de androcentrismo y, a partir de ahí, tener una referencia clara para poder deslegitimar aquellos discursos perversos que se yerguen como válidos para hablar en nombre de la humanidad.

Desde el momento de su publicación hasta nuestros días, este libro ha sido denostado, ensalzado, criticado, en definitiva, ha sido referente y se ha mostrado como ese “punto de no retorno” de la argumentación del pensamiento feminista, convirtiéndose en referencia obligada tanto para sus continuadoras como para sus detractoras. Gran parte de los movimientos sociales que hemos vivido son deudores de esta obra, y se ha convertido, tal como apunta Amelia Valcárcel, en un indicador excelente del estatuto de alteridad en que todavía se permanece. 



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