Simone de Beauvoir.
El Segundo Sexo: El
punto de no retorno
Helena Conhache
Hoy, 9 de enero, es el aniversario del nacimiento en 1908 de Simone de Beauvoir, podemos aprovechar para hacer un pequeño apunte (realmente muy pequeño) sobre su obra más relevante: El Segundo Sexo.
Simone
de Beauvoir es una filósofa y pensadora fundamental en el siglo XX, cuya obra, El
Segundo Sexo, se puede considerar referencia del pensamiento
contemporáneo y precursora del pensamiento feminista tal como lo entendemos en desarrollo actualmente,
así como punto de inflexión para nuevas perspectivas en el pensamiento
filosófico y en la reflexión feminista.
Cuando
Beauvoir escribe El Segundo Sexo es en un momento de absoluta
desmovilización feminista y en el que se está haciendo fuerte la nueva “mística
de la mujer”; su obra surge como una voz aislada en la sociedad. Esto propició
que la publicación de El Segundo Sexo recibiese ataques no
sólo de la derecha conservadora, sino también de la izquierda, y, debido a que
Beauvoir era un personaje conocido, tanto por sus libros como por ser la
compañera de Sartre, recibió muchas duras, satíricas y enconadas críticas
públicas desde revistas y periódicos, incluso tuvo el honor de haber pasado a
las listas de libros prohibidos por el Vaticano. Debido en parte a este
revuelo, su libro se vendía y, a pesar de que, durante mucho tiempo, apenas
recibió reacciones de apoyo a nivel público, unos años después resurgiría,
desde la base a la que hablaba, como bandera de un nuevo movimiento de aquellas mujeres que se sintieron interpeladas e identificadas por lo que allí se decía.
La
obra de Beauvoir no es una obra de consignas, precisamente porque no está
escrita desde el movimiento social, sino, desde la ausencia de éste. La propia
autora apunta “es curioso que el conjunto de la literatura femenina está movido
en nuestros días no tanto por la voluntad de reivindicación como por un
esfuerzo de lucidez”. Ella misma reconoce que cuando empieza a escribir El
Segundo Sexo no tiene una noción definida de que cosa sea el
feminismo, y, como movimiento, le parece algo lejano, puesto que la referencia
es el movimiento sufragista, el cual estaba desarticulado y desdibujado en la
memoria histórica; a pesar de ello la propia Beauvoir reconoce que hay una
deuda con el legado sufragista “Ya no somos como nuestras mayores más
luchadoras”.
Así
pues su feminismo se presenta como consecuencia del desarrollo de su filosofía
y no al revés. De hecho, ella misma afirma que su trabajo no parte de ningún
feminismo previo, sino de sus propias necesidades como filósofa existencialista
en el mismo momento en que se ve impelida a presentarse a sí misma como
individuo de un determinado sexo. Es esta reflexión la que hará de El
Segundo Sexo una obra de referencia, porque a partir de aquí nada
puede verse ni aceptarse de la misma manera, nada puede tratarse desde la misma
perspectiva desde el momento en que se desvela, se investiga y se desarrolla
esta cuestión.
Como
afirma Celia Amorós el pensamiento patriarcal es en buena medida el “no
pensamiento” sobre las mujeres. Nos es claro que “referirse a” no es “pensar
sobre”. Indudablemente los más grandes pensadores y filósofos se han referido a
la mujer y han escrito sobre este tema infinidad de páginas, pero,
comparativamente, es ínfimo el número de escritos que reflexionan o piensan
sobre la cuestión de la mujer. El lugar común, la “gran coincidencia” de la
mayoría de ellos, es que cuando escriben sobre las mujeres no reflexionan sobre
ellas y sobre cómo están situadas en el mundo, sino que asumen absolutamente todos los prejuicios de su época, los
cuales son el estrato final de una larga sedimentación de prejuicios. En la mayoría de ocasiones integran activamente a su propio sistema el discurso no reflexivo
heredado, volviendo indiscernible lo racional de lo irracional y pasando a
formar parte de un corpus cuyo peso y autoridad dará base a cualquier otra
referencia posterior.
Es
constatable que este libro marca un hito sin precedentes dentro de la reflexión
filosófica, y por supuesto feminista, y esto es, precisamente, por el hecho de
sacar a la luz que la exclusión palpable a efectos prácticos, en todo tiempo y
lugar, de la mujer, no es más que la imagen de lo que Beauvoir va a poner al
descubierto, a saber, el lugar de donde la mujer ha sido
excluida absolutamente, así como los motivos por los que se ha producido esa
exclusión. El desvelamiento de los mecanismos por los que el hombre excluye
sistemáticamente a la mujer del mundo creado por él, nos lleva,
indefectiblemente, a constatar que de donde ha quedado
sistemáticamente excluida la mujer ha sido de la propia concepción de ser
humano. En esta conceptualización, la mujer es “lo absolutamente otro”,
la pura alteridad sin reciprocidad ante el hombre constituido, ilegítimamente,
como tipo humano absoluto. Es gracias a esto que hoy podemos utilizar la
categoría de androcentrismo y, a partir de ahí, tener una
referencia clara para poder deslegitimar aquellos discursos perversos que se
yerguen como válidos para hablar en nombre de la humanidad.
Desde
el momento de su publicación hasta nuestros días, este libro ha sido denostado,
ensalzado, criticado, en definitiva, ha sido referente y se ha mostrado como
ese “punto de no retorno” de la argumentación del pensamiento feminista,
convirtiéndose en referencia obligada tanto para sus continuadoras como para
sus detractoras. Gran parte de los movimientos sociales que hemos vivido son
deudores de esta obra, y se ha convertido, tal como apunta Amelia Valcárcel, en
un indicador excelente del estatuto de alteridad en que todavía se
permanece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario